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domingo, enero 10, 2016

¡Hujambo África!....¡Hola África!



¡Hujambo África!... ¡Hola África!


Por Michelle Burak
Alumna de Turismo Cultural y Cultura Gastronómica

Siempre fue mi sueño ir a África y al escuchar que ASUA, el voluntariado del que formaba parte activa desde hacia ya tres años, iba a realizar una brigada humanitaria allí supe que esa era mi oportunidad.
Tras algunas juntas informativas y asegurar mi lugar, comenzaron las capacitaciones en las cuales aprendimos sobre la situación actual del continente y de Kenya destino final, sino que también aprendimos sobre la cultura, la gastronomía, las tradiciones, lo que implicaba ser un voluntario allí y las precauciones que debíamos tener en consideración.

Hujambo cuyo significado es hola, fue la primera palabra que aprendí preparándome para emprender esta nueva aventura de voluntariado, el destino ¡Kenya!, estaba en el taller de swahili, la ultima capacitación del semestre antes del viaje. Me sentía extasiada de saber que faltaba una semana para realizar mi sueño, era una idea totalmente alocada juntar a un grupo de 66 personas con intereses y gustos totalmente distintos, prácticamente desconocidos en una aventura al otro lado del mundo con un objetivo en común conocer y ayudar de alguna forma a sus residentes.

Entonces llegó el día del viaje me encontraba inundada en éxtasis sentía que el corazón se escapaba de mi cuerpo de la emoción, pero al mismo tiempo una angustia invadía lo más intimo de mi ser ya que me percataba que no conocía a nadie más del grupo y que de cierta forma, aunque rodeada por muchos, iba sola.
Tras el primer vuelo llegamos a Ámsterdam, Holanda donde realizamos un paseo en Koog Zaandijk un pequeño pueblo con más de 8 molinos de viento gigantes, pintoresco y rustico, rodeado de naturaleza parecía sacado de un cuento de hadas, para un glotón cualquier tipo de comida lo atrae local o internacional genera un revuelo de emociones en su estomago y en su mente; para mí definitivamente los caramelos y los postres son mi mayor debilidad, y al ver una pequeña tienda artesanal de caramelos se podría decir que perdí el control tenía que entrar y probar algo, mmm…. Malvavisco artesanal cubierto de chocolate blanco, aún recuerdo su sabor.

En el siguiente vuelo procuré hacer amigos con cualquier persona del grupo identificada por una llamativa playera de color naranja, logre interactuar con algunos sin embargo aun me sentía insegura. Después de un total de dos días en vivo y de vuelos llegamos a Kenya, al bajar del avión lo primero en lo que pose mi mirada fue un bello mural de una mujer africana vestida con un traje típico sosteniendo una vasija con agua y entonces sentí que mi corazón estallaba de la emoción.

Tomamos dos pequeños autobuses en los que sorprendentemente cupimos todos incluido el equipaje y emprendimos un largo camino hasta la Universidad de Kabarak, este iba a ser mi hogar por el próximo mes al llegar nos encontrábamos desfallecidos, recibimos las habitaciones y fuimos a dormir que al día siguiente empezaba el proyecto, aún sin saber 100% el área en la que me iba a desempeñar, pero la emoción y el agotamiento no dejaron que me preocupara por ello.



Como era de esperarse, yo también pensé que iba a quedarme en un lugar de terror, sin comodidades, sin alimentos suficiente y sin la higiene necesaria, pues en parte esa fue la imagen con la que nos prepararon, sin embargo la casa de huéspedes de la universidad parecía un hotel, cada habitación tenia su baño con regadera, camas con red, habían áreas comunes y un comedor con un bufete con una amplia variedad de platillos. Mi visión sobre el hospedaje había cambiado ¿sería igual con la comunidad a la que íbamos a ayudar? Quizás lo que conocíamos no era verdad y simplemente por estar del otro lado del mundo y escuchar tragedias en la televisión creamos en nuestras mentes a África como una parte de la tierra desolada, pobre, triste y hambrienta, y quizás no era cierto.

Entonces comenzó el voluntariado, llegamos a un poblado en la mitad de la nada que se dividía en tres comunidades dependiendo de su desarrollo, en la primera las casas eran de concreto, todos los niños tenían uniforme y tenían agua. La segunda comunidad tenia construcciones de madera, se había iniciado la construcción de la escuela de concreto y por ultimo la tercera, la mas alejada de todas apenas tenia casas de pie cubiertas de plástico con algunos soportes de madera, algunas familias donaban sus casas durante el día como aulas de estudio para los niños y el agua era un lujo que se conseguía caminando 20km al día.

Algunos de los pensamientos originales eran ciertos pero no todos, en cada uno fuimos recibidos con canciones, abrazos y danzas como si por una visita fuéramos capaces de salvarlos del hambre y la pobreza, sentí un agujero en el estomago era una mezcla de tristeza de su situación, sin embargo pronto me sentí inundada de una felicidad inexplicable, era la gente, nunca olvidaré esas melodías, esos abrazos y esas sonrisas, me esperaba algo grande, algo fuerte y definitivamente iba a cambiar mi vida. Quede asignada en los proyectos de construcción y alimentación en la segunda comunidad, en el primero ya tenía algo de experiencia, del segundo no sabía que esperar, solo estaba segura de una cosa iba a necesitar un estómago fuerte.

Nixon, mi hogar en Kenya
Todas las mañanas me juntaba con mi grupo, nos hacían entrega de la donación de alimento respectiva para el día y nos reuníamos con algunas de las matriarcas de la comunidad, quienes nos enseñaron a preparar “guideri” una especie de esquite de maíz con frijoles y el “ugali” un tipo de tamal preparado en olla; me encontraba fascinada con la convivencia y con lo similar que eran nuestras culturas en torno a los alimentos, sus dos alimentos base el maíz y el frijol son iguales a dos de tres de los nuestros, el método de preparación tenía una equivalencia impactante. Todo iba bien hasta que nos advirtieron que la medida a servir por niño era el equivalente a una pequeña taza de peltre y entonces comenzamos a servir cada niño llegaba con su pequeño plato de metal o de plástico, el guiso ardía y nosotros solo nos preocupábamos por servir a una fila interminable de niños tímidos, hambrientos y escuálidos. El shock era tal que los primeros días llegue a la Universidad y rompí en lagrimas, comencé a escribir tenía que desahogar ese mar de sentimientos, me sentía abrumada. Un día serví  a una pequeña, debía tener unos 3 o 4 años llevaba un pequeño plato de metal, la comida ardía, acto seguido la pequeña tiro el plato de comida sus manos se habían quemado, intente acercarme a consolarla, ella ya había estallado en llanto no llegue a tiempo, antes llego una maestra a regañarla y a alzar su mano, intente intervenir y explicarle que no había sido culpa de la niña que el metal había absorbido el calor, pero mis compañeros me frenaron no era momento para hacerme la heroína me dijeron, sin embargo no podía quedarme callada al final del día, un minuto antes de partir me acerque a esa maestra quería una explicación…

Ella me pidió una disculpa, como si yo hubiera recibido el golpe en ese momento no lo entendí, fue unos días después que entendí que se disculpaba conmigo por haberlo hecho el acto en frente de mí. Me había comentado que desperdiciar comida es un lujo que no pueden tener, ella sabía que la niña se había quemado pero tenía que usarla de ejemplo para que el resto de los niños entendieran la lección. Me dolía admitirlo pero de cierta forma tenía razón, no estaba de acuerdo con la manera pero dada su situación es entendible; sin embargo este pensamiento no se quedó allí todos los voluntarios estábamos atónitos, necesitábamos hacer algo no pretendíamos cambiar su forma de ser pero si podíamos cambiar sus platos, así que hicimos una donación.

Preparando el maiéz

Algunos de últimos días decidí cambiar un poco de aires, me encantaba participar en mis proyectos pero necesitaba ver algo más quería un poco mas de alegría, me encantaban las sonrisas de los niños, su agradecimiento al servir la comida, pero siempre me ha fascinado la sonrisa de un niño después de un momento de felicidad, de un juego o de un dulce; entonces fue que fui a parar un tiempo por las mañanas en el kínder de la comunidad con la clase de los más pequeños, un grupo de niños increíbles, llenos de energía y de entusiasmo por la vida, esa imagen me encantaba. Me hice gran amiga de varios niños que el ultimo día no querían dejarme ir, me rompió un poco el corazón, uno de ellos un niño pequeño de 4 años Nixon, era tímido, tierno, lleno de amor y no se me despegaba, a donde yo iba estaba él, todas las mañanas corría al camión de los voluntarios a darme un abrazo y todas las tardes cuando me despedía me susurraba que me veía mañana, era su refugio de los niños grandes y el era mi apoyo cuando me encontraba sola en la comunidad, nada me rompió mas el corazón que despedirme de él y escuchar cuando me dijo que Kenya siempre iba a ser mi hogar y que él nunca me iba a olvidar.


Por: Michelle Burak 

2 comentarios:

  1. Me pareció una excelente crónica. Muchas felicidades por vivir tremenda experiencia de vida. ¡Enhorabuena!

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  2. La manera en la que describes los colores y olores es muy buena, hace que de cierta manera hagas viajar al lector a aquel lugar tan maravilloso, sin embargo, existen algunos errores de redacción que se podrían corregir fácilmente para no romper bruscamente con la intención del texto.
    Me gustó mucho que supieras cómo describir tus sentimientos, pues de cierta forma, atrapas a quien te está leyendo, y es que, ¿qué sería el ser humano sin la facultad de sentir?

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