Director: Michael Rowe
Actores: Mónica del Carmen, Gustavo Sánchez Parra y Marco Zapata
Por: Laura Gómez Aurioles
Si bien han dicho que nunca es tarde para volver a empezar y que lo único necesario es atreverse a hacerlo, Michale Rowe, un australiano que decidió residir en nuestro país desde los 23 años, optó por seguir estas palabras y dejar su trabajo de traductor en el diario El Economista para entrar al Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) con el propósito de convertirse en guionista. ¿Quién se imaginaría que después de escribir y dirigir su primer guión obtendría además del aplauso del público un galardón internacional?
Ganadora de la Cámara de Oro en Cannes, Año Bisiesto presenta la historia de Laura (Mónica del Carmen), una mujer oaxaqueña que, como solía hacerlo su creador, colabora en una publicación financiera y reside en un sencillo departamento de la ajetreada ciudad de México.
Harta de la soledad en la que vive, espiar a sus vecinos e inventar continuamente fantasías y mentiras, que son descubiertas por el espectador a través del voyerismo cinematográfico, decide dar fin a su vida en un característico 29 de febrero. Arturo (Gustavo Sánchez Parra), un hombre con rasgos sadomasoquistas con quien ella establece una relación íntima, acepta ayudarla a cumplir su cometido y promete matarla en el clímax de una relación sexual.
Esta entrega, como lo han logrado otras óperas primas como Cinco días sin Nora (2009) y Martha (2010), resulta una muestra de cómo una buena historia no necesita de grandes y numerosas locaciones, equipos de producción, efectos especiales o un casting hollywoodense para lograr convertirse en una cinta entrañable que lleve al espectador a experimentar las emociones del protagonista y clavarse en lo que ocurre en pantalla.
Año Bisiesto ocurre, salvo el inicio en un centro de autoservicio, únicamente el departamento de Laura, en donde aquellos que observan la película se sienten igual de voyeristas que ella, gracias al magnífico lenguaje cinematográfico de Rowe, que se centra en tomas abiertas y fijas, en las que rara vez se sigue a los actores y más bien se les deja tener un tránsito libre por el cuadro, tomando vida en la pantalla que de otra forma parece estática.
El móvil de toda la historia es Laura, quien entra y sale de su departamento, ya sea llegando con una bolsa del súper o con un nuevo hombre con quien tener relaciones sexuales sin compromiso; ya sea viendo la televisión cenando frijoles de una lata, mientras dice al teléfono a su madre que preparó una jugosa carne, o platicando un rato con su hermano Raúl (Marco Zapata), el único hombre que no la ha abandonado y que la quiere sinceramente. Es justo esta soledad y esta limitante de “cuatro paredes” lo que nos deja sumergirnos en el mundo de Laura.
Al ver únicamente lo que ella vive dentro de su hogar, se establece una relación más íntima y personal. Uno ve a la mujer llorar, mentir, leer, masturbarse, hablar por teléfono, hasta ir al baño… La cinta se vuelve una representación y una metáfora de la vida de cada uno de nosotros, en donde sólo las cuatro paredes de nuestra casa saben lo que hacemos, cómo lo hacemos y con quién. Sólo en la intimidad de tu casa eres tú, ahí no puedes engañar a nadie, ni tienes la necesidad de hacerlo.
El casting fue acertado y los personajes brotan naturalmente, uno siente conocerlos, sufre, ríe, medita y se irrita con cada uno. Mónica del Carmen es una pieza fundamental de la cinta, pues la fuerza de la obra depende totalmente del desempeño del protagonista, respaldado por los demás actores, magníficamente dirigidos por Rowe. Así como ella se siente amiga de las personas que espía, el espectador se siente amigo de ella, confidente, al tiempo que entabla una relación sin retroalimentación, típica del espía que es incapaz de verdaderamente decirle algo a la gente que sigue con la mirada.
En cuanto a los múltiples encuentros sexuales de la historia, Rowe logró darle el protagonismo a Laura y no a los actos. Ella, desnuda en gran parte de la producción, es simplemente ella, verla sin ropa no causa ya morbo. Visualmente es maravilloso llegar a este punto, en el que el personaje está desnudo literalmente e internamente, un simbolismo que supera cualquier tinte sexual de la cinta, en la que no importa si se masturba, si la penetran o si la queman mientras tiene relaciones, lo que importa es lo que ella está sintiendo y lo que el espectador siente con ella. Lo que importa es lo que ella proyecta a través de sus gestos, de sus gemidos, de sus reacciones o de sus palabras. ¿Quién se fija en cómo Laura toca a Arturo, cuando de los labios de ella está siendo dictado el plan para su muerte?
Regresando a nuestra realidad y dejando a un lado las fantasías de Laura, la cinta fue hecha en México, con actores y capital nacional, lo que la hace parte de nuestro acervo cinematográfico y nos hace sentir que el premio también es para nosotros. Es muy triste que producciones como ésta sólo salgan con 10 copias a las salas cinematográficas. ¿Una entrega premiada y tan bien hecha sólo en 10 cines?
Rowe es un ejemplo de que nunca es tarde para decidirse a hacer las cosas y hacerlas bien, todo empieza con una buena historia, basada en cosas tan básicas pero complejas como la psicología de un personaje. Hacen falta más relatos como éste, pequeños y simples, que nos hacen recordar los detalles más importantes de la naturaleza humana.
POR LO QUE LEI SE ME HACE UNA PELICULA SUPER INTERESANTE
ResponderBorrarMe gustó en general la nota, está muy completa en todos los sentidos, se le dio un buen enfoque ya que me informó perfectamente del trabajo y su realización. Me pareció un buen trabajo ya que creo llego a su objetivo, hacer que quisiera ver la película.
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