Alumna
de Comunicación
Llegué
a la ciudad de Acapulco el pasado viernes 13 de septiembre con la intención de
disfrutar el puente por la Independencia bajo el sol del bello puerto. Poco
sabía que ese fin de semana se aproximaba no sólo una tormenta sino también un
huracán que arrasaría con la ciudad.
Fui con una amiga y su familia a su casa. A todos
nos tomó por sorpresa, no estaba pronosticada tanta intensidad de lluvia y
menos las consecuencias que con ella traería. El viernes y el sábado no
sentimos tanta gravedad. Llovió durante todo el día pero eso no nos impidió
salir en la noche a divertirnos. No estaba consciente de la gravedad de la
situación hasta el domingo. Fue el día que comenzó a llover más fuerte. No
pudimos salir, tuvimos que festejar el grito en una casa porque las calles
estaban inundadas.
Viendo las noticias empezamos a ver que las
carreteras iban a estar cerradas y que el aeropuerto estaba totalmente
inundado, que por lo menos el lunes no se iba a poder salir de la ciudad.
La comunicación cortada |
La luz y el agua se fueron en varias áreas de
Acapulco. Tampoco hubo señal en los teléfonos celulares por un par de días, lo
cual era preocupante porque nadie podía comunicarse con nadie, no se podía
avisar sobre la situación y tampoco se podía intentar buscar alternativas para
irse.
Yo no
tenía idea de cómo estaba la ciudad hasta que el miércoles 18 intentamos salir
por avión. De camino pude ver lo que había pasado. Todas las palmeros y plantas
estaban caídas, las calles destrozadas, camellones hechos pedazos,
establecimientos desaparecidos, espectaculares tapando calles, coches atorados
en un campo de golf inundado, vidrios de locales por todos lados. No había paso
por algunas de las calles, entonces el tráfico era un descontrol, todos
transitaban por sentido contrario y claro, los semáforos no estaban
funcionando. Me tocó ver cómo llegó una pick-up del gobierno a un
estacionamiento a repartir víveres. 200 personas alrededor de la camioneta gritando y arrebatándose comida.
Las calles convertidas en ríos |
Llegando al lugar de donde supuestamente íbamos a
salir nos explicaron cómo era la dinámica. La Policía Federal iba a sacar a
gente en sus aviones, esta gente debía anotarse en una lista para poder ser
trasladada en camión hacia la pista aérea y ahí subir al avión. Estos aviones
los tomabas por otro lugar, apartado a los de las aerolíneas comerciales.
Aquí,
había alrededor de unas 300 personas. Digamos que eran personas con
influencias, no muchos podían subir a estos aviones. Cabe aclarar que no
existía organización, la lista iba en la página número 150 y si eras alguien
que conocía a la persona correcta podías entrar sin problema con todas las
personas que quisieras. Ese día no llovió pero hacía mucho calor. No había
sombras en donde pararse y esperar. Hubo personas que se desmayaron por golpes
de calor y deshidratación.
Estuvimos horas bajo el rayo del sol hasta que finalmente
llamaron nuestros nombres. Nos llevaron a la pista en camión y ahí nos
aseguraron que ese día estaríamos en la Ciudad de México, que en máximo 30
minutos el avión iba a estar despegando. 4 horas pasaron y no hubo respuesta.
Miles de personas querían salir y no se podía. No había agua, no había comida y
había muchos niños que no aguantaban estas circunstancias. Después nos dijeron
que en el avión sólo subirían niños y enfermos. A los demás nos trasladarían en
camionetas de la Policía Federal hasta Pie de la Cuesta porque ahí había otro
avión. Más de una hora de camino a este lugar, ya era de noche. Faltaban 5
minutos para llegar al avión cuando unas personas bloquearon el paso y
comenzaron a gritar. Eran personas que también querían salir y que también tenían
horas esperando en una fila para poder hacerlo. Ellos pensaban que nosotros por
comodidad y preferencia estábamos siendo escoltados por el gobierno. Claro, no
hubo cómo explicarles que estábamos en la misma situación que ellos porque de
pronto se pusieron violentos. Gritaban groserías, aventaban botellas y hasta
fotos empezaron a tomar. No hubo paso y nos tuvimos que regresar a la casa a
buscar otra alternativa para irnos de Acapulco.
El saqueo al Costco |
Al día
siguiente, el jueves 19, intentamos ir al Foro, un centro de convenciones que
funcionaba como terminal de aeropuerto. Otra vez bajo el sol a hacer fila. Aquí
si había miles de personas y la organización no era mejor que la del día
anterior. Yo, por ejemplo, no pagué por mi boleto porque se supone que
Aeroméxico e Interjet estaban dando vuelos gratis, pero hubo personas que sí
tuvieron que comprar un boleto por $3,800 pesos.
Debías de llevar tu boleto impreso y dar la clave de
reservación. No te pedían identificación, por lo que muchas personas se metían
y usaban el boleto de alguien más. Por supuesto, no exista documentación ni
revisión de equipaje. La verdad, la fila sí avanzaba rápido, los aviones
estaban saliendo seguidos. Tenían a las personas esperando en salas y los
llamaban cuando ya iba a salir su vuelo. Las llevaban igual que el día anterior
a la pista de aviones en un camión. Logramos entrar al avión de Aeroméxico y
por fin despegamos. Fue un vuelo de 40 minutos con algo de turbulencia.
Llegué
a la Ciudad de México el jueves 19 de septiembre. Nunca creí que iba a pasar
todo esto cuando iba en carretera camino a Acapulco. Quiero aprovechar para
agradecer a todos los policías federales que nos cuidaron en Pie de la Cuesta,
son hombres que estuvieron y están haciendo todo por ayudar tanto a los
turistas para sacarlos como a la gente de Acapulco para ayudarlos.
El aeropuerto bajo el agua |
Hablando con uno de ellos me dijo que había sido
algo totalmente inesperado pero que estaban haciendo todo lo que estuviera en
sus manos para ayudar. En lo que iba de día, habían logrado sacar alrededor de 1000
personas sólo en los aviones federales. Es de admirar a todos los que están
allá para ayudar. Nosotros que estamos bien y tenemos qué donar, hagámoslo. Los
invito a apoyar con algo de despensa y agua. Yo que lo vi les puedo decir que
sí se necesita y que sí se hace llegar. Hay cientos de albergues necesitados.
Es tiempo de unirnos y apoyar en lo que se pueda a nuestros hermanos
damnificados de toda la República.
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