A aquellos que se sienten solos

Por:  Marcela A. Mejía Zaldívar 
Alumna de Comunicación 

Nos han hecho creer que la soledad es el peor de los castigos, que es consecuencia de los propios errores cometidos y que es por excelencia la causante de la tristeza del ser humano.

Nos hemos vuelto miedosos ante el hecho de quedarnos solos, de dejar de importarle a aquellos a quienes concebimos como la razón para sentirnos aceptados y amados dentro de nuestros parámetros.

¿Cuántas veces no hemos escuchado las palabras “Por eso te quedarás solo”? o “me siento solo”, “estoy solo”, “me he quedado solo”… Y el simple hecho de pensar en la soledad en nuestras vidas nos produce pánico y ansiedad. Adjudicamos la soledad a nuestras carencias personales.

Uno de los peores miedos del hombre es sin duda el hecho de no tener con quien compartir su vida, ver su entorno realizado basándolo en las personas que lo rodean y no siempre hablando de calidad si no de cantidad.

De esta manera, llenamos la carencia de sentirnos solos llenando nuestra vida de personas que sin darnos cuenta, volvemos reciclables. Y es en ese preciso momento cuando tenemos una perfecta excusa para culpar a quien nos rodea de la soledad en la que nos sentimos. Se siente mucho mejor esto que culparnos a nosotros ¿No creen?

No quiero sonar fatalista con esto, en absoluto. Si hay algo en lo que me siento maravillada en esta vida es de la capacidad del ser humano para crear vínculos de amor con los demás. Porque si bien me he atrevido a explicar la visión general de la soledad es porque a mi parecer es una visión mal encaminada. Nos han hecho creer que la soledad es un castigo cuando en realidad es una gran virtud. Así es, la soledad es una virtud aprendida, en la soledad se encuentra la mejor de las compañías. Tu mismo.

¿Cuánta gente vive y muere sin la mínima noción de quien es en realidad? Nos volvemos expertos en la vida de los demás cuando muchas veces no tenemos idea de quienes somos.

La sutileza de la soledad es algo digno de apreciarse ¿Cómo temerle a algo que es parte de nosotros? Temerle a la soledad es como temerle a tu persona, a la profundidad de tus sentimientos, a lo lejos que puede llegar la imaginación. Es el hecho de temerle a cerrar heridas del pasado, pero si lo pensamos bien ¿No somos lo que somos gracias a ellas?

En la soledad se leen buenos libros, se tienen grandes sueños, se idean maneras de cambiar al mundo, se realizan largas caminatas por la playa para apreciar un atardecer, se toma un buen café y se hojea el periódico, se llora no lo niego, pero también uno puede reírse a carcajadas ¡Y que rico es eso! En la soledad nos hincamos para contarle a Dios lo más profundo de nuestro dolor, de nuestros problemas. Pero es también que hincados y en soledad cuando le agradecemos el milagro de vivir.

La soledad nos enseña a valorar dos aspectos esenciales para el hombre:

    

    1) La libertad y la soltura del ser

    2) Aprender a valorar la compañía

Alguna vez alguien me dijo que amar era un acto de voluntad diario, pero ¿Cuántas veces no pedimos amor a gritos por no querer estar solos? Y entonces amar no es mas una elección, si no elegir no sentirnos solos. Porque amamos el amor, amamos la compañía, amamos darle la vuelta a la soledad sin pensar que también nos perdemos de grandes oportunidades que nos brinda estar acompañados con nosotros mismos, de aprender a amar la soledad.

Con todo esto no quiero incitar a la soledad, no quiero catalogar la compañía como una pérdida de tiempo, por el contrario, aplaudo a los buenos amigos, a las relaciones fallidas o prósperas.

Pero insisto.

No percibamos la soledad como un castigo, no tengamos miedo a dejarla pasar a ratos o con maletas por nuestras vidas, no nos neguemos a aprender lo mejor de ella. Hagámosla una buena amiga, una colega conocida, saquemos todo lo que su compañía puede brindarnos, entendamos la soledad como la relación mas íntima del ser humano.

Porque saber vivir como se debe esos ratos de soledad es una gran virtud.

Ahora que pensaste acerca de esto ¿Realmente estas solo?