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miércoles, febrero 03, 2010

Y tú, ¿qué tan posmodernista eres?

Crítica sobre la realidad actual y su relación con el libro “Momo”, de Michael Ende.

Por: Laura Gómez Aurioles

La ola de la modernidad, la tecnología y el “compre, compre”, “tenga, tenga” nos ha inundado de indiferencia hacia cosas que, en realidad, son más importantes.
Sinceramente yo no quería leer Momo, desde el primer momento en que vi la portada y escuché comentarios de tipo: “¿no lo has leído? Eso se lee en la primaria o secundaria…” pensé que el texto resultaría un tanto bobo, aburrido o poco interesante. No obstante, comencé a leer… ¿Esto qué tiene que ver con la posmodernidad? Pues creo que mucho. Apuesto a que muchos de los lectores han vivido ese momento de “no quiero leer este libro, mejor leo un resumen en Internet”. ¿Cuántos no han bajado el resumen de Wikipedia o Rincón del Vago o Tareitas Rápidas o alguna página del estilo? Al fin y al cabo, ¿qué importa?, ¿qué más da? Es sólo una tarea. ¿No es así? Teniendo Internet y un texto de escasas páginas de cualquier autor conocido, ¿para qué perder el tiempo en cosas como leer todo un libro? Posmodernidad en su esplendor o, no sé, quizás un poco de nuestro pequeño hombre gris interior diciéndonos: “hey, recuerda: mayor trabajo en el menor tiempo”, es decir, no leas el libro completo, limítate a medio cumplir… Ahorra tiempo…

Momo es una total representación del posmodernismo encarnada en los hombres grises. Algunas características de ellos son: mayor trabajo en menor tiempo, evocan a las personas a olvidar las cosas que les importan, a ver la convivencia y la familia como algo marginal, a carecer de individualidad, a ser borreguitos, al consumismo, a dejar a un lado sus ideales, a perder su ambición de superarse… En fin, a dejar de ser verdaderos seres humanos.

Todo esto representa al posmodernismo, a esta sociedad actual que nos llama a llenar nuestra alma con pequeños momentos de felicidad efímera al comprar la última moda de vestir (mientras al mismo tiempo perdemos nuestra individualidad al querer ser como el estereotipo que marcan las nuevas tendencias, transformándonos en ovejas rosas y hermosas, pero manipulables y huecas); a este presente en el que nuestro trabajo puede absorbernos para hacernos olvidar a nuestra familia y a nuestros verdaderos pasatiempos; a esta sociedad que marca un estatus quo: nace, crece, estudia, trabaja, compra una casa, compra un auto, compra un home theater, compra muchas cosas mas, cásate, reprodúcete, divórciate, trabaja más, jubílate y muere… No sé, ¿cuántos no ven ahora a la universidad como la extensión de la preparatoria, o peor, ven la maestría como el salto del kinder a la primaria...?

Así, tenemos que vivimos en un entorno que nos ha establecido claramente cómo vivir, que nos va absorbiendo; tal y como los hombres grises lo hicieron con Gigi, un gran amigo de Momo. Él quería ser un cuentacuentos famoso y vivir de lo que más le gustaba: crear historias y transmitirlas. No obstante, los hombres grises lo abruman de fama, de citas de trabajo, de presentaciones, de tres hermosas secretarias, de limosinas, de mansiones… de todo lo que “siempre quiso” a costa de no poder ni siquiera tener un segundo de platicar con su mejor amiga.

A veces uno cree que ser famoso o ser un doctor o un ingeniero es lo que más queremos, pero ¿dejaremos lo que en verdad amamos, llámese familia, amigos, hobbies, pasión; por perseguir un éxito vacío? Los hombres grises se alimentan del tiempo muerto de los humanos, representado en pequeños cigarros grises hechos de pétalos de flores horarias de las personas (dada flor equivale a una hora de vida). Te pregunto: Cuánto fuma tu hombre gris, ¿cuántas flores horarias le has regalado? ¿Llevas la cuenta? ¿Cuántos de nosotros hemos olvidado lo que realmente vale la pena?

Nuestro destino es nuestra responsabilidad, decidimos si queremos terminar como clientes del banco del tiempo, clientes de los hombres grises, o como dueños de nuestra alma y nuestra vida. En el libro de Ende queda claro que es falsa la oferta de los hombres grises: nosotros no podemos ahorrar nuestro tiempo para usarlo después. Nuestro tiempo es ahora y hoy es el momento de comenzar a abrir los ojos.

Retomando el inicio, en el que hablaba sobre todos aquellos que bajan los resúmenes de Internet, quisiera compartirles un último mensaje: Cuando llegué al final de Momo se me escaparon un par de lágrimas y es que, sinceramente, la historia me absorbió y llegó a mi corazón. ¿Cuántas personas que leyeran un resumen podrían sentir el aura del texto de Ende al punto de romper en llanto? No creo que muchos, más bien ninguno. Felicidades a los que leen resúmenes, que mal que se conformen con tan poco. En fin, posmodernismo… ¿cuántos más vamos a escatimar nuestro tiempo para nuestros hobbies, para nuestros sueños, para nuestros padres, para nuestros amigos, para Dios o para nosotros mismos? ¿Cuántos clientes más vamos para el banco del ahorro de tiempo?

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