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jueves, febrero 19, 2015

La Evolución Natural de la Industria Musical



Por Raúl Sanz Suárez
Maestría en Dirección de Empresas de Entretenimiento

Injusto sería que cupiera la menor duda de que la industria musical se ha subido al avión con nivel de vuelo ascendente. Ha decidido incorporarse a este mundo evolutivo, donde la tecnología marca la pauta entre lo innovador y aplicable y lo obsoleto y desechable. Y entiéndase “evolución” como la capacidad de adaptarse y mejorar; de apropiarse de los recursos y herramientas que se encuentran al alcance de la mano y plasmarlos en un beneficio que comparte la particularidad y la generalidad.

Dentro de esta extraordinaria evolución musical, los beneficiados, a los que me refiero, comprenden desde los propios autores y artistas hasta el destinatario final: el consumidor. Nunca antes se había tenido un alcance a tanta música como la que se tiene ahora; y no me refiero a la calidad de la misma, pues ese sería tema para otro ensayo, pero sí a la cantidad que toma participación en el mercado.

Por supuesto que en toda gran historia siempre existirá un protagonista, y en este caso no es otro que la misma “evolución musical”, a la que tanto me he referido y seguiré refiriéndome. Pero, desde luego, también siempre habrá uno o más antagonistas, y no siendo este tema la excepción, me encuentro haciendo alusión a las compañías discográficas, la pobre regulación sobre los derechos de autor y la piratería. Así es que, para entrar a detalle en estos puntos, considero importante recurrir a la cronología que me atañe dentro de la historia.

1999 es el año que traza el parte aguas en la historia de la industria musical, cambiando su rumbo para siempre. Esto sucede con la aparición de Napster, quien, apoyándose en la flamante herramienta conocida como “internet”, comenzó con un modelo controversial y espontáneo, tomando mal paradas a las compañías multinacionales de la industria, donde compartía sus canciones con los demás usuarios de la red, a través de formatos de música comprimida (MP3) y tecnología Peer to Peer (P2P).

En este respecto, Ángel Navas Rosal (2013) opinó en su artículo  “La Industria Musical Lidera el Crecimiento de la Nueva Era Digital” lo siguiente: “Como bien sabemos, la industria musical fue la primera en sufrir el impacto de la digitalización y la piratería allá por el año 1999. Pero también le permitió ser la primera en evolucionar, y aunque le tomó más de 10 en coger el rumbo, hoy en día lidera, y por mucho, al resto de las industrias creativas y de la comunicación... El negocio digital de la música representa casi 60% del total frente a negocios como el cine… …el negocio digital sigue en aumento.  Sin duda todas las industrias deben enfocarse en el desarrollo de nuevos modelos digitales sostenibles”.

En este sentido, nos topamos con un universo completamente nuevo, mismo que casi parecía inverosímil para los que nos aprovechábamos de él. ¿Cuándo, antes, nos habíamos imaginado tener música tan fácil y rápidamente, pero, sobre todo, GRATUITAMENTE?

Por supuesto que este acontecimiento no podría ser color de rosa por mucho tiempo, y el final estaba de manifiesto en su destino. Pero lo que ya nadie pudo detener fue el cambio que trajo consigo, y al que una vez más quiero denominarlo como el inicio de “la evolución musical”.

Surgieron entonces ciertas reformas inestables, pero lo más importante, aparecieron dispositivos electrónicos aunados a tiendas virtuales que nos vendieron música comprimida. Nos facilitaron y modernizaron la vida a la gran mayoría, aunque, de nueva cuenta, no al mencionado antagonista, quien se resistió al nuevo cambio evolutivo.

Siguiendo con el curso de la historia, otra situación que me parece sumamente interesante, y que se cuenta entre los beneficios de esta trascendencia, es la alternativa que nos brindaron los servidores de las tiendas virtuales, como es el caso de iTunes, donde los usuarios pudimos, por primera vez, comprar únicamente las canciones que nos interesaban, sin tener que adquirir todo el álbum. Nadie puede negar que, durante décadas, compramos discos y más discos, solamente por una de las canciones que conformaban el álbum, y que, en reciprocidad por el gasto que realizábamos, tan sólo encontrábamos tres canciones, de las diez u once, que verdaderamente eran de nuestro gusto. Surgió entonces, a partir de estas nuevas tendencias, la posibilidad de crear un archivo discográfico digital y personalizado que incluyera, exclusivamente, las canciones de nuestra entera satisfacción, pues existen estudios que confirman que, en promedio, sólo se adquieren 1.5 de las canciones de los álbumes más populares, según aseguran Juan Carlos Miguel de Bustos y Benjamín Arregocés (2006) en su artículo “Hacia un Nuevo Modelo de la Industria Musical”. Ya no más música basura o de relleno en nuestra biblioteca personal.

Continuando con la trayectoria de este proceso evolutivo en el mundo digital, enfocado al musical, otros de los beneficiados, además del consumidor, son los autores mismos y los artistas, como lo afirma Koly Siller (2012) en su libro “La Fórmula del Éxito en la Nueva Industria Musical”, haciendo alusión a que el nuevo modelo digital ofrece enormes oportunidades a los artistas independientes si se hacen las adecuaciones pertinentes para el desarrollo artístico. “…si tú deseas hacer música hoy mismo, es mucho más fácil que antes” (p.8).

 Anteriormente a esta serie de cambios, derivados de la tecnología, los autores y diversos artistas dependían de las compañías discográficas para poder dar a conocer su producto, comercializarlo y promocionarlo, y eso si contaban con la fortuna de despertar el interés de las mismas. Hoy en día, cualquiera puede grabar un álbum propio desde la comodidad de su casa, contando sencillamente con un ordenador, el software correspondiente y los instrumentos musicales necesarios. Pero el proceso no culmina con la creación de dicho álbum, sino que los propios autores y artistas son capaces de lanzarlo a la red digital y promocionarlo ellos mismos, sin la necesidad de contar con el respaldo de una compañía discográfica reconocida.  A esto mismo se refiere Andrés Mayo (2008) en su columna “¿Cómo Sobrevivir en esta Nueva Industria?”, donde dice lo siguiente: “…tenemos una Internet cada vez más rápida, barata y accesible, lo cual comienza a dejar fuera de juego a una cantidad de profesionales que hasta ahora vivían de la difusión y comercialización de la música”. Con todas estas disponibilidades nuevas, el artista se transforma en un especialista en el “Hágalo Usted Mismo”, adquiriendo capacidades de grabación, edición, marketing y distribución de su propia música, además de los talentos musicales que por supuesto debe poseer>>. De esta manera, nuevamente los consumidores estamos expuestos a mucha más música de la que se nos presentaba antes, y los autores y artistas tienen muchas más posibilidades de alcanzar los oídos de los distintos públicos, aunque eso no se traduzca, necesariamente, en ventas, éxito y reconocimiento.
Finalmente, nos encontramos en la actualidad con softwares como Spotify o Soundcloud, donde, por una tarifa fija, de carácter mensual, tenemos una gama amplísima de música a nuestra disposición, pudiendo escucharla, por streaming, en los diversos dispositivos con los que contamos, a cualquier hora y en cualquier lugar.
Por lo tanto, si las distintas industrias han evolucionado a lo largo de los años, poniendo como ejemplo la cinematográfica y televisiva, pasando por videocassettes en sus distintos formatos, continuando con el DVD y el Blu-Ray, y finalmente en la era digital, con aplicaciones como Netflix, iTunes, entre muchos otros, también la música ha dado su paso en esta evolución, pasando por los audiocassettes, los discos de vinil, los CD y sus respectivos aparatos de ejecución, continuando por la música comprimida, que viaja hasta nuestros ordenadores y dispositivos, hasta llegar a la música en streaming; y todo en pro de un beneficio masivo entre creadores y consumidores.

Lamentablemente, todo en esta vida tiene un talón de Aquiles, y este movimiento, que no se detiene, aún cuenta con sus puntos flacos. Uno de ellos es la resistencia que sigue ofreciendo la industria discográfica a evolucionar, a buscar y encontrar otros rumbos y alternativas para el crecimiento de la propia industria. En vez de eso, se opone, sin sentido ni esperanza, a una corriente natural en la historia de la humanidad; situación que, de no cambiarla, sólo los llevará a cavar, irremediablemente, profundas y lóbregas tumbas. Bien mencionan, de nueva cuenta, Juan Carlos Miguel de Bustos y Benjamín Arregocés (2006), en su artículo de la revista “Telos”, lo que cito a continuación: “Las resistencias de la industria discográfica recuerdan a las producidas en distintos periodos como consecuencia del nacimiento de nuevas tecnologías, por ejemplo, la impresión de prensa, el telégrafo, los pianos mecánicos, el cine, la radio, la televisión por cable,  las fotocopias, el vídeo, los grabadores de CD o más recientemente los grabadores digitales de vídeo”. Así mismo, creo, personalmente, los dirigentes de las compañías discográficas son los principales oponentes de dicho movimiento en la actualidad.

Hay gente a quien se le considera experta en la materia discográfica, debido a su enorme trayectoria en la misma, que culpan a la propia industria, de mismo nombre, de continuar frenando la evolución de la industria musical. Tal es el caso del disquero y representante español que utiliza el seudónimo J.L. Greensnake (2004), quien critica fuertemente a las disqueras en su libro “Réquiem por la Música, los Artistas y la Industria”, al grado de abandonar dicho nicho para dedicarse ahora al mundo de la animación. Él, desde un punto de vista sumamente negativo y derrotista, vaticina: “La industria será la que pague de forma clara el mayor precio a su propia codicia”, como lo informó el artículo de Informativos.net (2004), relacionado a él y su libro, “Réquiem por la Música, los Artistas y la Industria, desentraña los Entresijos del Entretenimiento”. Personalmente, no comparto su opinión; quizás porque él asegura el hecho, mientras que yo abogo a la posibilidad, y continúo pensando que las compañías discográficas terminarán por ceder ante el cambio evolutivo digital de la música, uniéndose, a la postre, a éste.

El otro punto flaco, y que yo considero aún mucho más importante que el anterior, es que mientras no se genere una forma adecuada para remunerar a los autores y artistas en este nuevo modelo on line, no podrá lograrse la institucionalización del mismo. Es prioritario y fundamental dar una solución a este delicado tema para buscar y encontrar, de esa manera, el equilibrio adecuado.

Otra opinión con respecto a los derechos de autor en el nuevo marco de la industria musical es la expresada por Álvaro Abitia Cuevas (2012), hablando de su libro “La Nueva Era de la Industria Musical. Una Mirada Desde Latinoamérica” para el artículo de opinión de La Gaceta de la Universidad de Guadalajara “Una Oportunidad para Latinoamérica”, redactada por Edgar Corona (2013): “La era digital y el internet han puesto en tela de juicio casi todos los conceptos y aplicaciones prácticas del derecho de autor “tradicional”. No hay duda de que los autores tienen derecho a decidir por sus obras y, si así lo buscan, a vivir de ellas. Tampoco hay duda de que todos deberíamos tener derecho a la información, el conocimiento y las expresiones artísticas, pero un equilibrio entre estos derechos fundamentales no es fácil de lograr. Polarizar opciones sólo confronta, sin dejar espacio para la investigación y el acuerdo en beneficio de la creación y la evolución del conocimiento. Nuestra poderosa capacidad creativa va más allá de buenas canciones, discos trascendentes e increíbles conciertos; corren tiempos en donde se vuelve necesario el reconocimiento de una nueva era para la industria musical”.

Prosiguiendo con las causas que detonan el contexto digital actual en el marco de la música, y que determinarán su resolución más adelante, me encontré con razones de otra índole. En el libro Industrias Audiovisuales: Producción y Consumo en el Siglo XXI”, coordinado por José Patricio Pérez Rufí (2013), en el capítulo “Batalla por el Futuro: la Industria Discográfica Contra la Música Digital”, escrito por Jenifer Isabel Bautista Sánchez, Katrin Chekunova Gross y Virginia Orellana Montero (2013), se asegura que el futuro de esta batalla no se definirá por las tomas de decisiones por parte de la industria discográfica o de la música digital, sino por las tendencias que tengan lugar en ese momento. Por mi parte, concuerdo completamente en que las tendencias marcan las corrientes momentáneas en el planeta; tal es el caso del diseño de moda en la vestimenta, como gran ejemplo, entre varios. Pero en lo que difiero es en que la propia industria no tenga palabra en ello, pues mantengo la postura en que, sabiendo evolucionar, es decir, cambiando y adaptándose a dichas tendencias, y aplicando los recursos que sean debido plasmar, sabrán sobrevivir y trascender.

A pesar de los temas en contra, me refiero a los puntos flacos que expuse anteriormente, creo firmemente en que dicha situación será revertida y modificada positivamente en un futuro; no conozco que tan próximo esté tal futuro, pues no es el propósito del presente escrito dar soluciones a los respectivos problemas, ya que no cuento sino con meras ideologías vagas; mas no tengo duda en que así sucederá. Así como nunca he dudado en que el ser humano es capaz de ponerle remedio a cada contratiempo que se presenta a lo largo de la evolución de la propia especie, con mucha más razón aseguro que es capaz de lograr la estabilización y la institucionalización durante el proceso de la evolución musical.

Cada industria está obligada a evolucionar, sin importar el nicho o giro al que pertenece, y aquella que se resiste a hacerlo está condenada a morir.  

Como defensor de la evolución de la industria musical en esta grandiosa era tecnológica, contrario a lo que, respetablemente, piensan personajes como el ya mencionado Greensnake, cito también las palabras de Cristian Daniel Torres Osuna (2012), en su tesis “Particularidades y Proyecciones de Futuro de la Industria de la Música en el Siglo XXI: El Caso de la Industria Discográfica Mexicana”, con quien comulgo rotundamente en su pensamiento: “Las características mencionadas justifican el distinto tratamiento de las industrias culturales, con respecto a otros campos industriales, no como un sector antiguo (como se pudo haber asumido en el pasado), sino como uno en evolución constante, al menos hasta ahora, a partir de las formas tradicionales de industrialización” (p.68).

Otra opinión que avala lo que en este escrito manifiesto es la de Enrique Dans (2006), en su blog  “Cambios en la Industria Musical”, donde expresa: “Tras el desarrollo de las redes P2P, el modelo de negocio está obligado a evolucionar. El mundo ha cambiado. El coste por copia carece de sentido. Los artistas pronto se darán cuenta de que el nuevo modelo permite una interacción más directa, una llegada a sus clientes libre de intermediarios, un desarrollo de posibilidades hasta el momento desconocidas”. A su vez, califica la mentalidad de la industria discográfica como “predadora  y dañina”. Por otro lado, ambos compartimos la ideología de que los CD ya no son necesarios, y que, nuevamente, gracias a la evolución, el cliente tiene a su disposición el mejor canal de distribución para adquirir música.


De esta manera, llego al final de mi ensayo, deseando únicamente concluir el mismo, externando que creo absolutamente en la evolución de esta maravillosa era digital-musical, denotando con el término “evolución” el positivismo en mis palabras. Tenemos que entender que el mundo ha cambiado, y lo digo principalmente por aquellos que se rehúsan a modificar su sistema de negocio, refiriéndome, principalmente, a las compañías discográficas. De comprender las nuevas tendencias y unírseles, es muy posible que ellos se involucren de manera exitosa en la industria, evolucionando junto con ella. Es necesario que también los artistas y autores se den cuenta que este cambio evolutivo tiene grandes consecuencias benéficas para ellos, aunque consiento también su postura ante la ausencia de un desarrollo idóneo de derechos de autor que los proteja de mejor forma, y, sobre todo, que puedan ser remunerados, económicamente, como les debe ser correspondido. No existe el sistema perfecto, pues el ser humano dista mucho de serlo y cada sistema deriva de su intelecto. Pero, si bien no habrá perfección, sí puede haber precisión, y creo que el rumbo de la música en esta era digital va, gradualmente, evolucionando correctamente. Por mi lado, me siento complacido y feliz de formar parte de este momento histórico como consumidor, de vivir a plenitud los cambios tecnológicos y de ser un testigo activo de su desarrollo, ya que, personalmente, he disfrutado enormemente los beneficios de la evolución natural de la industria musical

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