Nunca había estado tan al sur..

Por Ana Silveyra

Solo está separado por un río, pero Guatemala se sintió más bien como a años de distancia.

Esta es la crónica de un viaje de una mexicana, una japonesa y una estadounidense, hacia el país colindante.

El camino fue largo y tedioso, demasiado para un viajero delicado. Partimos desde Palenque para llegar a Frontera Corozal, donde está el embarcadero hacia Guatemala. Tres horas de carretera entre pura selva, pequeñas granjas, animales libres, riquísima vegetación, no le vienen mal a nadie. El camino es largo pero la vista es preciosa, locales, viajeros y comerciantes juntos en la misma combi.

"Este no es mi concepto de una lancha", dijo la chica gringa. En la Frontera tomamos una lancha, (qué para mí era más bien una trajinera de Xochimilco) y nos embarcamos hacia el río

Usumacinta. La gente de ambas fronteras lava su ropa en el río, juega en él y se baña en él.

Al llegar a Bethel (la frontera de Guatemala), empezaron las sorpresas. En Bethel nos esperaban guajolotes y gallinas, una pequeña tienda donde vendían productos Bimbo y un pequeño local dónde vendían los boletos hacia Flores. Mi boleto a Flores era más bien una hojita de libreta con "Boleto a Flores" escrito a mano por un infante. Que para mí, fue curiosísimo.

Las diferencias entre los dos países colindantes son casi imperceptibles. Ambos compartimos una historia cuasi igual, ambos somos países en desarrollo, ambos contamos con pueblos indígenas, los guatemaltecos deben cruzan por México para llegar a E.U.A., y ambos tenemos problemas con el narcotráfico.

Pero no podríamos ser más distintos. Resulta interesante visitar otro país latinoamericano. Las quejas que parecemos tener sobre este país, se disipan por completo. Guatemala tiene lo suyo, claro, pero no hay ningún lugar, ninguno, que pueda compararse con México.

continuará...