El secreto de los hochos

El galán cuenta su historia

Vender hochos. Lo malo, lo feo, lo bueno y lo divertido

COMA conoce lo qué hay detrás del negocio

Por: Macarena Quinzaños Díaz

A veces comemos en un lugar por una mera casualidad, pero el volver a él nunca es fortuito. Regresamos a un sitio porque algo nos atrapa, nos llama la atención, nos gusta y volvemos.

Todos hemos comido alguna vez en los hot dogs El galán, pero muy pocos sabemos lo que se esconde realmente detrás de ellos. Su origen y las experiencias que se viven ahí. En el intento de entrevistar a alguien del personal de El galán, nos encontramos con Gabriela Sandoval, hija del dueño de los hochos El galán quien nos platicó lo que hay detrás. Lo bueno, lo divertido, lo malo y lo feo de tener un negocio de comida rápida y trabajar en él.

Estos hot dogs empezaron a escribir su historia hace 47 años, según nos comentó Gaby. Durante la entrevista aseguró: “No había absolutamente nada, era un edificio de la Anáhuac y mi papá. Y se acabó. No había casas, no había luz. Era pura terracería”. Quién diría que lo que empezó en medio de la nada hoy estaría tan establecido.

Trás el galán....

Se llaman El galán porque: “Mi papá desde el Instituto Patria les llamaba a todos “galán” (…) y un día le dijeron: ‘Galán, no tenemos nada en la universidad, no hay ni qué comer. Súbete con nosotros’. Entonces, después de un año, se subió él. Después de que se hacían rallys y todo, llegaron y le dijeron: ‘venimos a bautizarte para decirte que eres: El galán’ ”.

Gaby se encarga de toda la parte operativa de la ahora pequeña empresa El galán. Nos contó que involucrarse en el negocio familiar: “Era un requisito. Yo estudié en la Anáhuac. Quién quisiera seguir con el negocio tenía que terminar la universidad, estudiar una maestría en Estados Unidos y luego, venirse para acá”.

Lo malo

Gaby reconoció que: “Como nací con el negocio, te puedo decir que lo malo fue que de chica crees que sabes todo y de grande te das cuenta de que te falta más de la mitad”. Pero como en todo, el pasar de los años te va dando la experiencia necesaria.

Detrás del negocio de El Galán, existe una parte mala. Algo que no todos estaríamos dispuestos a sacrificar. “En el servicio de comida, el realmente estar para arriba y para abajo es muy exhausto, si no te gusta hacerlo es muy difícil. No tienes tiempo. No tienes horas. No tienes fiestas. No tienes cumpleaños. No tienes nada. Todo el tiempo es ¡comida!, ¡comida!” aseguró Gaby.

Quisimos conocer alguna experiencia fea que haya tenido ya estando involucrada en el negocio y nos platicó que: “Hay gente envidiosa. Quisieron hacer un daño y venían y gritaban. Decían que tenían cucarachas y eso. Es triste porque son muchos años y la gente ve. No pasó nada, pero sí es feo”. Es algo que puede pasarle a todo aquel que tiene una tienda o un restaurante, la gente a veces se va sin pagar. “Sí, pero regresan a comer y los reconocemos. ‘¡ay galana, se nos olvidó!’. Lo hacen mucho cuando vienen en grupos de hombres y mujeres. Las mujeres no, pero el hombre hay uno que otro, los amigos lo empiezan a balbucear y dicen: ‘¡híjole eres un codo. Ese día te tocó a ti pagar!’ y se lo ponen (risas)”.

Gaby, con una sonrisa en el rostro, piensa en todo lo positivo que tiene la venta de hochos, nos comentó que lo bueno y lo que más le gusta es: “Hablar con la gente. Es muy bonito, ¡imagínate la gente que tenemos!”. Y no sólo eso, sino que también es un trabajo divertido. “Dos galanes vinieron a hacer una competencia. Un chico del Irlandés con una del Vallarta. Le ganó la chica. Durante una semana iba a ser su esclavo por dos hot dogs que ella se comió en 46 segundos y él en 52 (risas)”.

Gaby no sólo vive de la venta de hot dogs, sino que disfruta y ama su trabajo. Reconoce que como en todo hay lo malo, lo feo, lo difícil, lo bueno y lo divertido.

Ahora, cada vez que comas un hocho, ya sabrás que no es simplemente un puesto de comida rápida, sino que esconde toda una historia familiar, experiencias divertidas, formación de nuevas amistades y muchos años de trabajo. Pero sobretodo apreciarás el trabajo de la gente que está detrás y que se esfuerza diariamente por estar ahí sirviendo. Mientras la pasas bien, ellos trabajan. ¡Porque aman su trabajo! Y estarán dispuestos a servirte la próxima vez que los visites, es toda una cultura de servicio.