Andrea y su Mundo Autista - Revista Coma

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viernes, enero 23, 2015

Andrea y su Mundo Autista



María Bescós Rodríguez
Practicum 1



Creo que Dios se equivocó conmigo, me colocó en un mundo de caos, de inseguridad, de terror al que le hace falta amor y comprensión. No tengo las armas suficientes para sobrevivir por mi cuenta en este mundo, necesito la ayuda constante de las personas. Vivo en mi misma, pero esto no quiere decir que no me percato de que soy diferente, no me parezco a ti, tampoco a el que está a tu lado, ni a mis padres y hermanos, aunque se que todos somos diferentes; mis diferencias van más allá de mi físico, todo en mi y en los que son como yo es un laberinto que nadie ha podido descifrar, aunque reconozco que mi nivel de ausencia es muy bajo, aun así no tengo nada en común con los que me rodean, no siento, veo, ni percibo de forma “normal” por lo que algunos dicen que mi capacidad para sentir esta atrofiada.
Se que mi condición ha causado, dolor, peleas, angustia, enojo y preocupación en la gente que me ama, pero no todos mis días son malos, tengo unos muy buenos, tanto que hasta podría parecer que soy una joven normal sin autismo a la que le queda toda una vida por delante para cumplir sus sueños, ser independiente, encontrar el trabajo que siempre quiso, casarse y formar una familia, pero eso es solo un espejismo, algo por lo que mi mamá había llorado tantas noches en las que creía que nadie la escucha y a pesar de todas esas lágrimas que había derramado por mi culpa, se que nadie jamás me va a querer como ella que puso toda su vida en segundo plano para esforzarse el doble en cuidarme, amarme y educarme de lo que lo tuvo que hacer con mis hermanos, estoy en una deuda eterna con ella y a pesar de que sabía que jamás le podre pagar, cada día que pasaba era como si me quisiera más y más, es amor infinito… 
Sentimientos, en alguno de mis días buenos le pregunté a mi hermano que eran, su respuesta fue, “son todo, están en todos lados, no los puedes ver pero los puedes sentir, amor, enojo, envidia, alegría, tristeza… concéntrate Andrea y estoy seguro de que tu los verás”. Y así fue, cuando estoy bien y soporto la cercanía de la gente es como si los pudiera ver como una luz de color que rodea a la persona, rojo para amor, azul para tristeza y así con todos, seguramente van a creer que es una tontería que es parte de mi condición pero lo que a mi me gusta pensar es que es parte de mi misión en este mundo extraño, para mi es parte de lo que soy.

Básicamente esto es lo que soy, alguien que busca desesperadamente poder sentir como los demás y aquí es donde mi historia comienza a ponerse interesante, en mi profundo deseo llegó a mi algo que de haber sabido no habría deseado sentir, mi ancla, mis ojos, mis manos, todos mis movimientos, la persona que me ayudaba a todo dejo de existir, para dejarme en este mundo en el no soy bien recibida, en el que solo obtengo miradas de lástima, suspiros y comentarios en voz baja.
Recuerdo el día en que me enteré, realmente no me di cuenta de lo que estaba pasando porque ese día yo no estaba muy presente, llego Javier, el mayor de mis dos hermanos, y me sentó en la sala, lloraba, empecé a entrar en pánico, la tristeza es uno de los sentimientos que no logro procesar sin sentirme incómoda cerca de él. “Andrea…” casi no podía hablar su voz era tan baja que apenas entraba en mi muralla interior, yo estaba tan desconcentrada que no entendí lo que me dijo, por lo que no fue hasta dos semanas después que desperté de mi maldición y me di cuenta de que faltaba alguien, empecé a gritar “¡Mamá! ¡Mamá!” nada, no obtuve respuesta, nadie acudió a mi rescate en mi desesperación comencé a lanzar todo lo que tenía a mi alcance y de pronto la puerta se abrió sentí paz, claramente, yo la esperaba a ella pero para mi desgracia era Javier, “Mamá, tu no, mamá” lágrimas de su parte fue lo que recibí como respuesta, me invadió otra necesidad de gritar, “Andrea, mamá ya no esta con nosotros” como podrás imaginar no entendí nada de lo que me estaba diciendo, “¿Dónde esta?” ahí estaba otra vez esa mirada que me llevaba acosando desde el día que nací pero que nunca había sentido de parte de mi familia, lástima, “tuvo un accidente, ya habíamos hablado de esto” yo seguía sin abrirme “¿Cuándo va a regresar?” se sentó, se veía tan cansado, como si su cuerpo no aguantara su propio dolor, “no va a regresar, ya no esta en la Tierra, se fue al Cielo, donde esta preparando todo para cuando nos toque acompañarla”. Algo ajeno se despertó en mí ese día, me dolía en pecho, no era más profundo, me cortaba la respiración, grité para que hicieran que parara pero no entendían lo que me pasaba, cómo iban a hacerlo si ni yo misma sabía. 
Después de haberlos buscado tanto llegaron a mí de la forma menos esperada y más difícil de afrontar, uno por uno, de golpe, sin saber que eran, comenzó el enojo, lo único que podía pensar era como se había atrevido a dejarme cuando sabía lo mucho que la necesitaba. Mi mayor preocupación en ese momento, por muy banal que suene, era quien me iba a peinar, tenía todo el pelo enredado, mis hermanos y mi papá no servían para eso, un poco egoísta de mi parte ¿no crees? De todo lo que estaba mal en ese momento a mi lo único que me afectaba era la forma en la que me estorbaba mi pelo, si admito que esta mal, pero en realidad cómo vas a juzgarme si yo nunca me imagine que mi madre me iba a faltar para ese pequeñísimo detalle en mi vida. 
El segundo llego a mi de una manera más humana, fue la tristeza, empecé a notarlo cuando sin saber porque sentía la cara empapada, ¿qué era aquello que me nublaba la vista y hacia que me dolieran los ojos? Lágrimas y sin saber porque o que me había dado el poder de adquirirlas ellas habitaban en mi, y como una bala me atravesó la idea de que estaba sintiendo, sentía como cualquier otra persona, esto me hacia más normal de lo que jamás había sido.  Un cambio se estaba empezando a notar en mi, todos los que me conocían lo suficiente podían verlo, mis ausencias empezaron a disminuirse y mi concentración incrementó, claro que seguía (y sigo) teniendo problemas con la cercanía de la gente pero fuera de ello hasta yo podía percibir el cambio, a mi manera claro está.
Felicidad, eso fue lo que sentí cuando me di cuenta de lo que me estaba pasando, a pesar de que estaba triste por mi madre, una gran luz se apoderó de mi, y ésta me ayudaba a pasar mis tristezas y preocupaciones nuevas.
Y por último amor, el más importante de todos los sentimientos llegó a mí. Amaba, amaba a mi madre, a mis hermanos y a mi papá, pero en ella concentraba la mayoría de este nuevo estado, pero debido a las circunstancias y a falta de mamá, mi siguiente paso fue el que más conmovió a mi rota familia. Estamos cenando y de la nada mi padre comenzó a llorar y lo que paso a continuación fue toda una revelación para todos, para mi inclusive, el recuerdo esta un poco borroso ya que gran parte de mi concentración iba dirigida a la luz azul que desprendía mi papá, mucho más intensa la de mis hermanos, me levante de mi silla y me acerque a mi él y simplemente lo abracé, fue algo rápido apenas y lo sentí pero era la primera vez que hacia algo así, claro que me habían abrazado antes pero sin que yo moviera un dedo para que sintiera la persona que había algún tipo de normalidad en mí, seguramente te sonará a fantasía pero en realidad esto cambio todo, nuestra convivencia pasó de ser un ambiente hostil a la normalidad en la que habíamos crecido, era como si mamá hubiera regresado y acomodado el caos en el que estábamos viviendo, la luz de todos se convirtió en un tono mucho más alegre sin ser el amarillo típico de la felicidad pero ya no me lastimaba estar cerca de ella.
Y esto de toda mi deuda con mi madre es lo más preciado, al dejarme, me abrió las puertas a su mundo dejándome entrar tanto como deseara, sin ataduras, sin esfuerzos, simplemente dejándome sentir como ella sentía, saliéndome de mi mente para meterme a una más común, una en la que con todo y el dolor que amar puede causar, las personas nunca dejan de buscar ese amor, esos momentos de felicidad que por muy cortos que sean son los más valorados. No se que va a ser de mi sin ella, como voy a lograr moverme aquí en tú realidad que para mi sigue siendo muy abstracta, pero de una cosa si estoy segura; jamás voy a dejar que mi mundo me aísle más tiempo del que considero preciso.



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