“Soy migrante, soy todos y soy nadie”

Por Ana Silevyra

El teatro, el cine, la fotografía, la música, en fin, el arte, existe para demostrarnos la belleza y la capacidad artística del hombre, pero también para mostrarnos la crueldad de la que somos capaces, denunciar abusos, la injusticia y los males que aquejan a las sociedades. A veces, el arte permite que nos acerquemos a temas que nos parecen "distantes", como la pobreza, la hambruna, el cambio climático, los conflictos en otros países, la migración, entre otros más.

Amarillo, una producción escénica del Teatro Línea de Sombra, es un retrato imaginario y a la vez cotidiano de un hombre que parte a Amarillo, Texas, y que nunca regresa a su hogar. Bajo el ala de Amnistía Internacional, se presenta esta obra para que reconozcamos que la migración es, antes que nada, un problema de derechos humanos, o de falta de éstos.

La búsqueda de una mejor vida, de más y mejores oportunidades, han dado muerte a miles de mexicanos, hondureños, nicaragüenses, etc., pero antes que ser un problema entre estados, entre quién debe entrar y quién no, entre quién paga más al coyote o quién atraviesa más rápido el Río Bravo, es un problema social donde a los migrantes se les niegan los derechos humanos.

“A morir a los desiertos me voy”, dice el actor que representa a Marco, Carlos, Juan, Moisés, Hipólito, a todos los migrantes y a la vez a ninguno, porque ser migrante es ser un fantasma, ser una sombra, ser un anónimo.

Esta obra forma parte de la gira sobre migración que realizó Amnistía Internacional, donde también hubo una exposición fotográfica, la película “Los Invisibles”, dirigida por Gael García Bernal, así como algunas marchas. Con ésta intentaron acercar el tema de migración, y hacernos entender que, antes que nada, estas personas merecen derechos, que no se les lastime, que no se les denigre, y que puedan regresar con vida.