Por: Paola Alvarado Román
Practicum 2
El 2 de octubre de 1968 marco la historia de
México y un cambio en el pensamiento estudiantil, que cada año nos hace
reflexionar sobre la voz que tienen lo jóvenes para cambiar el rumbo de un
país.
Hace 50 años, miles de estudiantes se reunieron con el fin de
realizar un mítin en la Plaza de las tres culturas, situada en la unidad
habitacional Tlatelolco, poco sabían como iba a terminar aquel fatídico día.
De un edificio se lanzó una luz de bengala sobre la
plaza a las 6:10 de esa tarde, en ese momento se abrió fuego contra los que estudiantes, los civiles, varios de ellos intentaron esconderse en los edificios alrededor
pero ese mismo día fueron detenidos.
Todo comenzó el 22 de julio cuando varios
estudiantes de las vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional (IPN)
y la preparatoria Isaac Ochoterena, que era parte de la Universidad Autónoma de
México (UNAM), se reunían en pandillas para armar emboscadas. En alguna de
estas, las autoridades llegaron a intervenir con granaderos, debido a esta
situación los estudiantes se reunieron para manifestarse en contra de la
represión del gobierno.
En la reunión en Tlatelolco, los estudiantes
demandan a Gustavo Díaz Ordaz, presidente en este momento, la libertad de todos
los presos políticos, la destitución del jefe y subjefe de la policía
Preventiva del D.F, indemnización a las víctimas de los actos represivos,
supresión del cuerpo de granaderos y castigo a los funcionarios responsables de
los actos de violencia cometidos hacia los estudiantes unos días antes de este
reunión.
Durante este movimiento el rostro femenino
también estuvo presente , aunque su participación fue reducida a comparación
con los hombres, ya que en las carreras la presencia de mujeres era de máximo
cuatro por facultad. Pero además de las estudiantes que llegaron a participar
una parte importante de este movimiento fueron las madres de los activistas.
La gran autora mexicana Elena Poniatowska
reconoce a dos grandes mujeres dentro de este movimiento: Nacha Rodríguez y “La
Tita”.
Ana Ignacia Rodríguez conocida como “Nacha” se
encontraba estudiando Derecho en la Universidad Autónoma de México y se
encontraba por comenzar la realización de su tesis en 1968.
La primera detención que sufrió fue cuando
las autoridades entraron en la UNAM, violando la autonomía de la universidad,
fue detenida en Lecumberri por 72 horas junto con otras 41 mujeres. Ella
participaba en la sección de finanzas y se encargaba de conseguir los
materiales para las actividades que se realizaban en las brigadas, después de
esta primera detención decidió unirse formalmente al movimiento.
Vivió en carne propia la matanza en la plaza
de Tlatelolco y logró sobrevivir.
La “Nacha” fue detenida tiempo después por la policía secreta
y fue acusada de varios delitos como homicidio, lesiones, robo e incitación
rebelde. Duro años presa pero esto no hizo que desistiera de formar parte del
movimiento, ya que hoy en día es miembro activo del “Comité68”, que es un grupo
de personas que exige justicia y castigo a la matanza que se vivió el 2 de
octubre.
En cuanto al papel que tomó la mujer durante este movimiento
comentó “Y siempre digo que nosotros no valemos nada frente a las verdaderas
heroínas del movimiento estudiantil: esas mujeres anónimas, esas mujeres cuyos
nombres no salen, que no son reconocidas. Pero algunas dieron su vida y muchas,
no sé si por temor o por sus hijos, no aparecen ante las cámaras ni hacen
presencia pública. Si hubo algún cambio, si hemos avanzado en las libertades
democráticas se debe a ellas”.
Otro de los rostros femeninos reconocidos de este movimiento
fue Roberta Avendaño conocida como “La Tita”, quien sufrió por conseguir el
respeto de los hombres durante el movimiento.
“Yo nunca llegué a pensar que era dirigente de un
movimiento tan grande. Los compañeros me atacaban, decían que la Facultad de
Derecho debía estar representada por un hombre. Pero las bases me sostuvieron,
yo controlaba bases no grillos, era muy majadera y así́ me apoyaban“.
Desde el 68, la mujer comenzó a tener un papel más activo
dentro de las aulas estudiantiles y la economía. De manera silenciosa estas
mujeres abrieron paso a que las nuevas generaciones se animaran a inscribirse a
las universidades.
Las mujeres que participaron en el movimiento estudiantil lo
hicieron sin previa experiencia en política y lograron un empoderamiento que no
conocían que y que no estaban dispuestas a soltar.
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