por Martha Mancera Gervacio
Practicum 1
“He aprendido a ver mi discapacidad como una
prueba
constante para mi cuerpo y mi alma”
Sábado
29 de septiembre, Paseo de la Reforma. Es una tarde muy fría, Amalia espera en una
mesa de la pastelería Maison Kayser puntual a la hora acordada, se nota
tranquila, relajada, feliz, y segura de sí misma en apariencia. Vestida con una
chamarra rosa mexicano, pantalones de mezclilla y tenis deportivos, no tarda en
reconocerme, hacerme sentir cómoda y crear un buen ambiente para la conversación. Semanas antes logré
conseguir su contacto y me atreví a pedirle una entrevista, yo sólo quería
conocerla.
Te
preguntarás, ¿Quién es Amalia?, debemos ir lento, porque historias como esta se
deben escuchar con calma, entonces para tu oído y de paso el corazón.
Amalia Pérez
Vásquez es una medallista paralímpica mexicana de powerlifting, un deporte que
al igual que la halterofilia, consiste en levantar técnicamente grandes
cantidades de peso, solo que el primero se diferencia por no partir desde el
suelo.
Ella fue
diagnosticada con artrogriposis
congénita, producto de una
disminución de movilidad mientras estaba en el vientre materno, esto afectó sus
articulaciones de las extremidades superiores e inferiores, principalmente de
columna. Debes saber que este síndrome afecta a solo uno de cada cinco mil nacimientos en
México.
A pesar de contar con esta “limitación”, esto
jamás le ha impedido seguir sus sueños logrando romper las barreras de sus
capacidades físicas y mentales a través del deporte, lo que ha convertido su
discapacidad más allá de una debilidad en una fortaleza, la que ha logrado
aprovechar al máximo para sentirse plena poniendo el nombre de su país, México,
en alto por medio del deporte que practica.
Su
trabajo, esfuerzo, sueños y proyectos a futuro, su apariencia y personalidad de
guerrera van mucho más allá de lo que los medios han logrado expresar sobre
ella, mediante esta nota podemos conocer una parte importante de su mundo
interior, sencillo y complejo a la vez, intenso pero cálido y sobre todo lleno
de luz.
¿Apoco
no le agarraste ya un poco de cariño?, espera porque ahora te voy a contar más
sobre ella: Nacida en la CDMX, criada con doce
hermanos, jamás fue minimizada por su discapacidad entre la familia, hasta que
crece y empieza a asistir a una escuela, se da cuenta de lo cruel y selectiva
que puede llegar a ser la sociedad.
Amalia
era una niña que desde pequeña trabajó duro por lo que quería, soñaba con tener
una carrera profesional y algo que la ayudara a salir adelante; “No
iba a quedarme en mi silla de ruedas viendo la vida pasar”. Considerada
soñadora desde corta edad, empezó a practicar varios deportes como parte de su
rehabilitación y de pronto comenzó a sobresalir por sus resultados ganando en
competencias de atletismo y natación. Desde que la primera medalla cayó en sus
manos, sabía que tenía una oportunidad de sobresalir cómo siempre había
querido, comenzó a prepararse y entrenar tan duro para poder llegar a volar
alto.
El
destino es caprichoso y a veces puede que esté escrito incluso antes de que se
tome una determinada decisión. Es por eso que un par de años después Amalia
llevada por su pasión, decidió comenzar a participar en campeonatos nacionales
oficiales, experimentando con un nuevo deporte: powerlifting, el cuál sería su
futuro hobbie y reto.
Después
de años llenos de esfuerzo y dedicación, llega a su primera participación en
los Juegos Paralímpicos de Sídney 2000, donde obtuvo una medalla de plata; este
evento desencadeno en ella una avalancha de emociones encabezada por la
confianza en sí misma. “No soy capaz de expresarte exactamente lo
que fue ese momento, solo puedo decirte que me sentí más viva que nunca”. Al
hablar del tema, entre sonrisas, pude observar que de sus ojos salían un par de
lágrimas. La idea de haberse convertido en alguien importante para la historia
de su país, la ayudaba diariamente a encarar su realidad. “Sé que soy diferente, y he
logrado sentirme completa sin tener lo que la mayoría tiene, ¿me explico?”.
Al
hablar de su discapacidad siempre ha sido clara. “La idea es así, no vamos a darle
más vueltas a situaciones de la vida diaria porque las personas sientan lástima
por mí”. Habla además de algunas experiencias de discriminación que ha
sufrido a lo largo de su vida dentro y fuera del país. Sonríe aun cuando dice
que las personas son los seres más crueles que hay en el planeta.
Todo
el que conozca a Amalia Pérez acaba queriéndola, debido a su simpatía, su
humildad, su gracia y su forma de ver la vida. Cualquier persona que la conozca
y sea preguntada sobre ella, la definirá con mil adjetivos positivos, pero,
¿Cómo se definiría en una palabra ella misma? “Una chingona”. Y es que,
indudablemente, sin su constancia, talento y esfuerzo. No estaría donde lo está
hoy.
Su
consejo para los jóvenes, deportistas, estudiantes y personas discapacitadas es
sencillo: “El mundo no te cree capaz hasta que te ve lograr las cosas más de una
vez, a veces ni tú mismo lo sientes, el secreto está en el orden y la
disciplina acompañados de perseverancia y amor por lo que hagas, no te rindas,
no cedan. Que, si por algo estamos en este mundo, es para vivir, para vivir
como soñamos”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario