Por C GuIs
Practicum I
“Yo
solía pensar que era la persona más extraña en el mundo, pero luego pensé, hay
mucha gente así en el mundo, tiene que haber alguien como yo, que se sienta
bizarra y dañada de la misma forma en que yo me siento. Me la imagino, e
imagino que ella también debe estar por ahí pensando en mí. Bueno, yo espero
que si tú estás por ahí y lees esto sepas que, si, es verdad, yo estoy aquí,
soy tan extraña como tú.” - Frida Kahlo
La Ciudad de México está
llena de calles plagadas de cultura nacional, lugares emblemáticos y casas
coloridas que cuentan un poco la historia de nuestro país, pero ninguna la
cuenta mejor que la casita azul de Londres 247.
Esa casona con frondosos
jardines y paredes pintorescas le perteneció a Magdalena Carmen Frida Kahlo
Calderón, mejor conocida como Frida Kahlo. En ella vivió con sus padres y sus
tres hermanas y posteriormente con su esposo, el muralista Diego Rivera.
El lugar vio nacer, crecer y
morir a la artista latinoamericana. Presenció como a temprana edad sufrió de
poliomielitis, lo que le impediría tener hijos posteriormente. La acogió en sus
habitaciones después de su trágico accidente de autobús a los 18 años;
situación que la dejó inmóvil por varios meses.
Fue justo después de este
accidente cuando la mujer con flores en la cabeza empezó a pintar y a
relacionarse con artistas, entre ellos Diego. Cuatro años después, los pintores
se casan y hacen de la casona de Coyoacán su morada.
La casa azul cuenta la vida
de Frida en cada rincón. La cocina, típica representación de su amor por lo
tradicional con sus cazuelas gigantes de barro colgadas en las paredes. En ella
se guisaban platillos para los que frecuentaban visitar como André Bretón, Tina
Modotti, José Clemente Orozco, Rosa y Miguel Covarrubias, entre otros.
Su recámara de día, con el
espejo en el techo para poder reflejarse y así, retratarse. En su cabecera, los
pequeños retratos de Lenin, Stalin y Mao Tse Tung hablan de la ideología de la
artista. En el cuarto donde dormía, su colección de mariposas obsequiada por el
escultor japonés Isamu Noguch y el retrato de su amigo, Nickolas Muray.
En los pasillos, obras
colgadas en las paredes como Viva la vida (1954), Frida y la cesárea (1931) y
Retrato de mi padre Wilhem Kahlo (1952). En las esquinas corsés, muletas
vitrinas con juguetes y adornos alegóricos y repisas con medicinas para
soportar los dolores que tenía Kahlo debido a sus múltiples operaciones.
Un jardín amplio para el
político ruso, León Trotsky, mientras se refugiaba en 1937 de José Stalin y
otros aspectos hablan de lo que se vivía en esas paredes pintadas de azul, que
ahora tienen la función de contar la historia a los más de 25 mil personas que
la visitan mensualmente.
Frida Kahlo dijo una vez:
“donde no puedes amar, no te demores.” En la Casa Azul pudo amar a sus seres
queridos, a si misma y a su arte.
bonitas fotos mi carli!
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