La Vida en el Exilio

Por Ana Silveyra

Llevo 2 semanas viviendo en Dharamsala, India, hogar del Dalai Lama y de otros 9,000 tibetanos refugiados. Es un sitio sobre la montaña y a lo lejos se deslumbran los Himalayas. Es un paraíso para los amantes del trekking, hiking y la escalada. Pero más que nada, es un paraíso para los jóvenes viajeros que buscan una causa, o que andan buscándose a sí mismos.

En 1959 S.S. el Dalai Lama, huyó del Tíbet tras ver como su tierra era devastada y su gente era torturada y maltratada por el gobierno de Mao Tse Tung, quien declamó al Tíbet como parte de China. Tras una breve batalla y más de 1 millón de vidas perdidas, el Tíbet perdió su independencia.

El Dalai Lama encontró asilo en India, donde ha permanecido por más de 50 años y donde la cultura tibetana intenta mantenerse viva. Los niños tibetanos atienden a escuelas distintas a los indios. Escuelas donde aprenden sobre la importancia de luchar por su patria, a no perder la esperanza, y más que nada, a amar y vivir su cultura.

Dharmsala no se siente como India, es un país distinto. Los tibetanos, aunque vivan en India, son gente completamente diferente. Para mí, los tibetanos son un poco como los mexicanos y me siento un poco en casa. Los tibetanos son sonrientes, amables y rusieños, quizá a estas alturas idealizo mucho a mi propia gente, pero a mi me parece así.

McLeod Ganj, donde esta la casa y el templo del Dalai Lama, está llena de turistas, más de los que había visto en India. Sólo se ven turistas y tibetanos, aquí los indios parecen los extranjeros. Los turistas son, casi todos, jóvenes viajeros, medio hippies, o gente new age. Me sabe un poco a San Cristobal de las Casas y, aunque al principio me pareció molesto y medio poser, ahora me gusta. Me gusta que por 3 semanas no seré la única no-india y no seré observada como algo raro, aquí vuelvo a ser una mas.

En McLeod Ganj, hay miles de lugares para aprender yoga, meditacion, tantra y reiki. Hay cursos tipo "aprenda yoga en 3 días" y cursos de danza guiada y mil cosas del estilo. Hay muchísimas tiendas de ropa tibetana, de artesanías y de pinturas, de joyería y calzado. Y aunque parezca todo muy turístico y poco real, es un pueblito encantador y donde, quieras o no, terminas comprando mil cosas. La artesanía tibetana también me sabe un poco a la mexicana, usan chaquiras y piedras para hacer collares, hacen muchos tejidos para bolsos y rebozos. Hacen monederos y llaveritos.

Pero volviendo al tema, este lugar es el centro del gobierno tibetano en exilio, es donde los activistas hacen su lucha por la independencia, donde la cultura tibetana pretende continuar su curso. Aquí es a donde llegan los tibetanos cuando logran cruzar el Himalaya y algunos dejan aquí a sus hijos para que puedan recibir educación apropiada y donde se les enseñe en su lengua y sobre su cultura .

Los tibetanos que permanecen en el Tíbet, son como una atracción turística, un souvenir. A los niños se les enseña en chino, para que se vaya olvidando el tibetano, se les viste como chinos, se les prohibe ser budistas o profesar su religión, si mencionan al Dalai Lama son encarcelados. El gobierno de China ha colocado más chino en el Tíbet para que los tibetanos sean una minoría en su propia región.

Y mientras tanto, en Daharmsala, los tibetanos se agarran con todas sus fuerzas a la esperanza de que, algún día, lejano o no, podrán regresar a su patria, y podrán vivir su cultura en libertad.