Por Eduardo Romero Torres (@LAmericaHoy)
ArtePeriodismo
Alumno de Prácticum I
Génesis, Paraíso e Infierno ilustran el origen y fin del
hombre
Éxtasis y lujuria se enaltecen en el panel central
Jheronimus Bosch (c. 1450-1516) , mejor conocido como el
Bosco, fue un artista que nació al norte del Ducado de Brabante, actualmente situado
entre los Países Bajos y Bélgica.
Aunque su infancia y juventud siguen siendo un completo misterio para los
historiadores, su originalidad e innovación en el campo de las artes visuales
le han hecho marcar un hito en el devenir del hombre. Creador de una serie de complejas
y enigmáticas obras en donde el pecado se expone como la temática fundamental, El jardín de las delicias nace como una
advertencia ante los vicios y desenfrenos del hombre.
El jardín de las delicias. |
La fecha de creación de esta gran obra es desconocida,
sin embargo, se sabe que pertenecía a la colección particular de Enrique III de Nassau
(1483-1538). La historia que plantea este cuadro es fácil de seguir. El
tríptico cerrado nos muestra a Dios Padre inmerso en una escena oscura y grisácea
que hace alusión al comienzo de los tiempos. En ella, el Todopoderoso contempla
una tierra sin luz y color como la del tercer día de la creación.
Él mismo lo dijo y todo fue hecho; Él mismo lo ordenó y todo fue creado
(Salmos 33, 9 y 148, 5)
(Salmos 33, 9 y 148, 5)
Al abrirse, el tríptico muestra tres escenarios cuyo común
denominador es el pecado que se inicia con Adán y Eva. El segundo panel muestra
un lugar de fantasía y éxtasis de los sentidos en donde el hombre se entrega al
pecado de la lujuria. El mensaje es simple y sencillo: El carácter efímero de
los goces pecaminosos.
Hombres y mujeres, de raza negra y blanca, se muestran en
grupos o en parejas, manteniendo relaciones sexuales. Los animales, algunos
fantásticos y otros reales, tienen dimensiones muy superiores a las normales,
símbolo del desenfreno de las pasiones de la humanidad corrompida por la
ilusión de un falso paraíso.
En el panel derecho se expone el castigo del hombre en el
infierno. En ese terrible lugar, no sólo se castiga a los lujuriosos, sino a
todos aquellos que cayeron en la tentación de los siete pecados capitales.
Buen ejemplo de ello es el demonio teriomórfico, con cabeza de pájaro -una especie de búho-, sentado sobre una suerte de silla-orinal infantil, que devora hombres al tiempo que los expulsa por el ano -son los avaros-. Museo del Prado
A los glotones -a la gula- alude sin duda la escena de taberna situada en el interior del hombre-árbol, donde los personajes desnudos sentados a la mesa esperan a que los demonios les sirvan sapos y otros animales inmundos, al igual que el suplicio del agua helada se destina a los envidiosos. Museo del Prado
Tampoco faltan castigos para los vicios censurados por la sociedad de la época, como el juego, o para algunas clases sociales, como el clero, tan desprestigiado entonces, según se constata en el cerdo con toca de monja que abraza a un hombre desnudo en el ángulo inferior derecho de la tabla. Museo del Prado
Fuente:
Museo del Prado: Tríptico
del jardín de las delicias
Museo Nacional del Prado: Otros ojos para ver el Prado: El Jardín de las delicias, de El Bosco
ABC.es: Los
secretos de «El Jardín de las Delicias»
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